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Beso negro con una colegiala

A veces recibo cada llamada que me da un subidón terrible para todo el día, o casi para toda la semana. Y hace pocos días ocurrió. Una vez más me sentí una chica afortunada por trabajar en la línea caliente.

BESO NEGRO

Fue una chica algo tímida al principio la que me llamó casi asustada. Era su primera vez en ponerse en contacto con una trabajadora de la línea erótica y nunca llegó a pensar que nos implicamos al cien por cien, además en este caso tan sugerente, quien se iba a negar a darle todo el placer del mundo y por supuesto a recibirlo.

Eran casi las ocho. Una voz fina y delicada me saludó.

• Hola Esther. Ya me disculparás pero ando un poco nerviosa. Es la primera vez que llamo a una línea caliente.

• Tranquila cielo, tranquila.

• Si, bueno, seguro que dentro de un rato lo estaré.

• Te lo aseguro. ¿Cómo te llamas?

• María.

• Bonito nombre.

• ¿Y tu eres la de las fotos?

• Claro cielo, y realmente me llamo Esther, aquí todo es real.

• Pues tienes un cuerpo precioso.

• Gracias cielo.

• Supongo que te lo dirán mucho.

• Bueno, si, para que lo voy a negar. Los tíos ya sabes.

• No sé mucho. Soy lesbiana

• Mejor cielo, me encantan las mujeres.

• ¿Pero alguna vez habrás estado con un chico?

• Me dan asco. Siempre los he tenido detrás, desde que era jovencita.

• Bueno, eso será por algo.

• Está mal que lo diga, pero estoy bastante bien. Soy alta, tengo un bonito pecho y un culo respingón que ya ni lo luzco.

• Pues eso no está bien, debes sentirte sexy.

• Ya, si, tendrás razón, pero para que me estén persiguiendo todo el día… prefiero casi pasar inadvertida con ropas que no me marquen. Quizá tu no lo entiendes.

• Si, cielo, claro que si.

• Pues eso, no tengo mucha experiencia y es que tengo un defecto, cuando empiezo una relación con alguna chica, me quedo colgada de ella, y se asustan, la verdad es que soy un poco posesiva y celosa.

• Pero amor, qué estamos en el Siglo XXI, los celos no conducen a nada bueno.

• Lo sé, lo sé, pero no puedo evitarlos. Si otra chica mira a mi novia, me pongo mala.

• Pues tampoco es cuestión de tenerla escondida.

• Si lo sé Esther, lo sé. Pero es que soy así. Además siempre soy yo la más activa sexualmente. A este paso me busco una sumisa.

• Ja, ja, no creo que te gustara mucho.

• Pues no veo otra solución.

• ¿Y eso de que siempre eres tú la activa?

• Verás, yo gozo dando placer y a veces hasta gimoteo haciéndoles creer que he llegado al orgasmo, pero es que me cuesta mucho y no quiero quedar como una tonta.

• Pero amor, quien te desee querrá que goces.

• Ya, bueno, supongo, pero lo prefiero así. Además se empeñan en jugar con consoladores y a mi no me gustan, me hacen daño.

• Pero un buena lamida de coño, ¿Si? ¿Verdad? Porque a mi me encanta.

• Si, eso sí, pero ya te digo, también finjo.

• ¿Y tus orgasmos?

• Pues casi todos con el dedo, yo solita.

SEXO CON UNA ESTUDIANTE UNIVERSITARIA

Aquella chica era tierna, jovencita, estudiante universitaria según supe después, y por lo que me decía estaba como un queso. Además en este trabajo te haces una idea de cómo es el físico de la persona con la que hablas rápidamente.

Me despertaba ternura y además no entendía que una chica así no disfrutara del sexo como debe ser.

Me tocaba mientras hablaba con ella. Eso era siempre una buena señal.

• Pero nena, seguro que te gustarán las caricias, los besos, que rocen tu piel. Ya sabes, ese calentamiento que siempre hay antes.

• Claro que me gusta Esther, pero tu eres más mayor, tendrás mucha experiencia y creo que pensarás que soy una boba.

• No amor, te diré una cosa. Eres muy generosa, pero debes aprender a divertirte con el sexo.

• Pero ¿Cómo?

• Pues mira, de momento, relájate.

• Si, lo hago

• Túmbate y ponte en una posición cómoda.

• Vale, estoy recostada en mi cama. Con el ordenador encendido para ver tus fotos.

• Bien, vamos bien.

• Yo también estoy en mi cama, pero creo que llevo demasiada ropa para este momento. Me quedaré sólo con las braguitas.

• Jo, que rápida.

• Es que estaba solo con ropa interior!

• Ah, vale, vale.

• Bueno, yo estoy con una especie de chándal para estar por casa. Y sujetador no llevo.

• Me encantará bajar la cremallera de ese chándal, si es que tiene.

• Si, tiene.

• No hay nada más sugerente que bajar cremalleras.

• Me estoy empezando a imaginar cosas.

• Si, pues comparte.

• Que estás aquí, conmigo, las dos juntas hablando.

• Pues es como si lo estuviéramos de alguna manera. ¿No?

• Si, si.

• Además, algo me dice que debes de tener una boca preciosa, digna de ser besada con delicadeza.

• Um, esas palabras si que me gustan, en el fondo debes ser una romanticona como yo.

• Bueno, pero pocas veces, piensa que esto es un trabajo.

• ¿Y conmigo estás ahora “trabajando”?

• ¡No Nena! No digas eso. ¿Tu crees que me gustaría besar en los labios a todo el que llama?

• Bueno, no sé.

• Que va, eso lo dejo para mi vida privada, para momentos especiales, como ahora.

• Vaya, que honor. Que una chica tan experimentada me diga esas cosas.

• Bueno, me infundes atracción, y eso no me pasa todos los días.

• ¿No me dirás que te gusto?

• Llámalo como quieras. Pero no me importaría darte el placer que mereces. Además, como te digo, siento unas ganas irresistibles de besarte.

• No te cortes Esther. No te cortes. Lo dejo todo en tus manos.

• Si, por favor, me dejaré llevar, te lo prometo.

Se comportaba casi como una sumisa. Una chica potente que sólo había tenido sexo para dar placer a las demás. La verdad es que eso siempre pone, pero hay que recibir también.

• Cielo, me encantaría pasear las yemas de mis dedos por tu piel, muy suavemente, de manera delicada.

• Si, si, ya me están entrado calores.

• Pues mejor, porque deseo llegar con mis labios hasta tu cuello. Recógete el pelo, quiero que tu nuca sienta los maravillosos besos que te doy.

• Lo hago, lo hago.

• Bien, ahora paso los dedos por tus mejillas, sin dejar de besarte, me acerco a tus labios, juego un poco con ellos, besos delicados, muchos. Y de repente, te abrazo para así sentirte y poder besarte de verdad.

• Lo que yo decía, eres una romántica.

• Bueno, me gustas, si.

• Sigue, por favor, sigue.

• Ahora deseo que tus pechos sean para mi, por eso mientras te acaricio, mientras continuo besándote, bajo la cremallera.

• Si, si, me lo quito.

• Mejor, porque ahora los siento míos, solo míos, y no pararé de besarlos, chuparlos, darles mordisquitos, hasta que note que están bien excitados.

• Mi madre, como eres. A mi me los magrean y ya está.

• Pues no, un poco de delicadeza.

• Quiero tocarte Esther. Te deseo.

• Hagamos una cosa, fundamos nuestros cuerpos. Abracémonos para que los pezones se junten mientras nos besamos.

• Si, si, eso es de las pelis porno.

• Pues no sé, pero a mi me encanta. Además así me quedan las manos libres para coger tu culito.

• Me encantas, yo haré lo mismo. Te lo agarraré con fuerza.

• Si, si, como si me quieres dar cachetes, me encantan.

• Espera, quiero estar desnuda para ti. La ocasión lo merece. Dame dos minutos.

Se iba calentando mucho la situación. Me la imaginaba encima de la cama, de rodillas, con un cuerpo bien formado, pechos firmes, culito apretado y sobre todo muy caliente.

• Ya amor, perdona.

• Mejor, mucho mejor, yo también estoy completamente desnuda.

• Ahora quiero que hagamos lo mismo pero con nuestros coños, los dos pegaditos.

• Si, si, pero te aviso que el mío está muy húmedo.

• Pues como el mío, así será mejor. Hagamos una “tijera”

• ¿El qué?

• Juntar los coños, empujar, movernos, darnos placer.

• Bien, bien, yo te sigo.

• Abrazo con mis piernas las tuyas, metiendo una de ellas por en medio.

• Si, lo noto, lo noto, que sensación!

• Pues ahora si, te masajearé los pechos mientras me muevo. Será como follarte.

• Joder, que pasada.

• Me encantas cielo, te voy a enseñar hoy las estrellas.

• Yo estoy entregada totalmente por primera vez en mi vida. Siempre me toca lamer coños.

• Pues hoy no, tendrás algo más. Lo que te dije, todo lo que mereces. Y por cierto, deseo lamértelo. Si.

• Me excita muchísimo.

• Si, a esta alturas no te diré que no. A ver si me corro.

• Claro que si. Te tumbas en la cama, bien abierta, sé que te tocas, pero yo quiero abrir paso a mi lengua, y para ello dos deditos míos me ayudarán. Si, comienzan los primeros lengüetazos, casi como besos, luego más deprisa.

• Los siento, los siento más que con otras.

• Bien, me alegro, ahora no pararé de lamer, lo haré como si fuera tu perrita en celo.

• Me encanta, me encanta.

• Aprovecho para cogerte el culo, subirlo un poco, y así poder acariciarlo también.

• ¡Viólame!- Quiero sentirme sucia!

• Así será, cielo, como desees.

• Si, sexo duro. Ahora si quiero, haz de mi lo que quieras.

Se estaba emocionando. Creo que por primera vez en su vid decidió dar el paso y gozar plenamente del sexo. Y allí estaba yo para hacerlos realidad.

• Ahora entrarán mis dedos, y no sólo dos, sino tres.

• Buff, eso es mucho, pero estoy tan dilatada que cabría hasta un juguete.

• No me tientes, no me tientes.

• No, deja, prefiero tus dedos tu lengua.

• Los dedos los lamo para ver que ricos están tus jugos y eso lo hago mirando como gozas.

• Como una loca amor, como una verdadera loca. Me siento como en la escena de una peli porno.

• Pues así vamos bien, yo también estoy muy húmeda. Reconozco que me toco mientras te chupo tu linda almejita.

• Sigue, sigue, por favor, soy tu perrita.

• Eres mi amante, y desde hoy, lo serás cuando quieras.

• No me digas eso, me entran ganas de verte…

• Todo puede ocurrir.

• Más que esto ya no sé.

• Yo sí, ahora date la vuelta, por favor.

• ¿Cachetes?

• Si los quieres, claro, pero pensaba en otra cosita.

• Dime, pero no pares.

• No lo hago amor, me como todo tu cuerpo y no dejo de acariciarlo.

• Quiero más!

• Pues más vas a tener, porque mientras mis dedos juegan con tu coñito a mi lengua le ha entrado el capricho de buscar tu ano.

• Buff, eso ya si que es porno, porno

• Eso es una delicia. Lo voy a masajear, así, despacio, dejando caer mi saliva dentro de él.

• Estoy sudando como nunca, me vuelves loca.

• Pues verás, ahora como con el coñito, pero por tu culo.

• Nunca me lo han hecho.

• Te encantará. Comienza la dilatación.

• Sigue, no pares ahora.

• Que no, que no paro. Quiero escuchar como gimes de placer.

• Ya lo hago.

• ¡Pues más fuerte! No te reprimas!

• Si, si, lo haré.

Esa chica había sido siempre excesivamente modosita, sólo me la imagino chupando coños sigilosamente mientras las otras disfrutaban. Ahora había llegado su día, y empezaba a gozarlo plenamente.

• Sus gemidos subían de volumen. Buena señal.

• Cielo, me muero, me entran como calambres en las piernas, y también escalofríos, pero es tan delicioso.

• Claro amor, es natural, tu no te preocupes.

• No, disfruto, disfruto como una perra en celo.

• Ahora si, abro tu culito como un melón y empiezo a descubrir que lo tienes muy dilatado, ideal para que entre mi lengua y empiece a jugar sin parar. Pero antes, unas pequeñas nalgadas. Como se nota que eres joven y lo tienes durito.

• Lo tengo como nunca. Jamás me había dado por tocármelo así. Me encanta!

• Tendrías que aprender que la vida no sólo son hacerse dedos.

• Estoy aprendiendo mucho, pero lo más importante es que lo estoy gozando.

• Así cielo, muy bien, muévelo un poco, ahora serán mis deditos quienes quieran entrar, esto sin dejar de tocar tu clítoris.

• Estoy que me subo por las paredes amor, siento que va a ser el orgasmo de mi vida.

No dejó de jadear ni un instante. Estaba como poseída, no podía parar, esto era para ella muy importante. Por primera vez se dejaba llevar por alguien, y esa era yo. Para mi no había cosa más excitante.

Mientras, me había colocado en el centro de la cama un consolador, a mi si me gustan los juguetes. Además eso de que algo o alguien me penetre si es lo mío. Cada vez botaba con más intensidad sobre el juguete. Sus gemidos más acelerados me provocaban ansiedad por correrme a la vez que ella.

• Cielo, me voy a poner de pie, no sé que me da que así me correré mejor.

• Como tu quieras amor, yo sigo con mis deditos y mi lengua dentro de tu culito.

• Si, los siento, los siento muy dentro, pero sé que esta vez no va a ser como otras. Estoy ardiendo.

Me dijo que se puso de pie encima de la cama. Una postura perfecta para seguir con mi juguete de rodillas y a la vez coger su fantástico culito y comerlo entero.

Y todo llega. Pero a ella, parecía que por primera vez.

• Más fuerte, por favor, más fuerte. Si, ahora si, si, mete lo que te de la gana, si.

• Más fuerte amor, te chupo con intensidad.

• Si, así, así, soy una perra.

• Vamos amor, eres un dulce.

• Si, también, lo que quieras. Si, así. Siiiiiiii.

De repente un verdadero alarido salió de sus entrañas. Fue largo, intenso, casi preocupante, pero era sin duda la señal de que había llegado a un verdadero orgasmo. Incluso al final se escuchaba su intensa respiración, y sus gritos más pausados.

Asustaba de alguna manera escucharla, pero a la vez me ponía mucho más caliente, por lo que no dejaba de acelerar mis juegos con el consolador.

• No puedo, no puedo, siento que no soy yo. Estoy en una nube, se me va hasta la cabeza.

• Tranquila cielo, sigo aquí, lamiendo y besando tu cuerpo.

• Yo he caído redonda en la cama. Creo que es mi primer orgasmo ( lo dijo con vergüenza ), que vas a pensar de mi.

• Ahora no es momento de pensar, sólo de gozar.

• Estoy empapada, he soltado un buen chorro.

• No te preocupes cielo.

• Buff, que bien que me he quedado, esto ha sido mágico.

• Bonito diría yo.

• Mucho amor, mucho. No sabía que se podría sentir esto.

• Pues ya ves. Eso y mucho más.

• Ven, acércate, quiero quedarme dormida a tu lado.

EL MOMENTO DEL CLÍMAX

Yo afortunadamente había alcanzando el clímax a la vez que ella, algo que pasa pocas veces.

Estuvimos un buen rato de charla, estaba como perdida, ahora si deseaba sesiones de buen sexo para recuperar el tiempo perdido.

Al tiempo, y no sin antes calentarnos un poco otra vez, me dijo que necesitaba una ducha, que se sentía incomoda con el sudor y sus flujos por todo el cuerpo.

Lo entendí, pero antes me hizo prometer que no la abandonaría.

Yo también necesitaba un relax, apagué el teléfono erótico un rato, llené la bañera de espuma y sales, encendí unas velas y así me pasé un buen rato, no sé cuanto.

Cuando ceremoniosamente me volví a poner algo, volví a encender el teléfono. Inmediatamente sonó, era ella de nueva. Menos tímida, más desinhibida, y ya solo recuerdo que era de día cuando colgamos y nos fuimos a dormir. El resto estoy convencida que lo podéis imaginar.

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