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Mi lado exhibicionista por Fhivy Nola Pérez

Muchos de vosotros ya me conocéis, una mujer empresaria, que ha tenido la fortuna en la vida de heredar una empresa, así que algún reto me tenía que marcar en la vida, alguno que me gustara de verdad. Y no fue ni más ni menos que dar y sentir placer sexual todos los días a más de una persona. Sí, ese es mi camino, el sexo, con el que disfruto a través de la línea caliente.

Lo suelo tener encendido a todas horas, nunca se sabe quien puede necesitar de mis encantos, y además para mi los orgasmos son como una medicina que debo tomar al menos cada ocho horas, si no es así, difícilmente me concentro, puedo trabajar, y por supuesto dormir.

En pocas palabras, esa soy yo. Pero además sé que estás intentando saber como soy físicamente. No hay problema. Os diré que también he tenido la suerte de tener una genética un tanto especial. Por eso mantengo bien puestas las tetas con las que me desarrollé ¡y eso que ya he cumplido los cuarenta!, también mi culo está donde debe, bien apretadito, y suelo ir siempre con mi pelo suelto, ya sabes, me gusta verlo moverse cuando cabalgo sobre alguien.

Y ya por último os confesaré que lo llevo rasurado, si, para quienes quieran saber como es mi coñito, pues eso, rasurado del todo.

Mi carácter es fuerte como el de una gata independiente, pero apenas me sepas adular un poco, me convierto en la mujer más entregada del mundo.

Así que hoy, que estoy encerrada en mi despacho, quiero que sepáis algo de mis últimas andanzas al otro lado del teléfono erótico, siempre mi fiel compañero.

Aquella mañana, además estaba especialmente contenta, había llegado a mi oficina una gran caja con los juguetes eróticos del mes, y sabía que entre ellos, estaba el consolador más grande que había en el catálogo. Todo un reto para una conversación muy caliente.

MI PRIMERA VEZ

Él fue el protagonista de mi primera conversación caliente, él y un apuesto hombre que me llamó, claro está. Aún recuerdo bien como se presentó.

• Buenos días Flivy, me gusta ese nombre, quizá porque suena de manera especial cuando lo pronuncio.

• Gracias, y encantada!

• De nada, mucho gusto.

• Si, siempre mucho gusto- Su voz grave, masculina, sensual y alegre, me hizo entrar de lleno en la conversación.

• Vaya, no te andas con rodeos.

• Bueno, disculpa, quizá fui un poco atrevida.

• No, ni mucho menos, es lo que busco, mucho gusto, je je.

• Bueno, si, pero no suelo ser tan directa.

• No cambies ahora, has empezado muy bien.

• De acuerdo, es que me dejé llevar por tu voz. Me gusta.

• Vaya, gracias.

• De nada cielo, de nada, además pareces muy simpático.

• Bueno, lo intento, ser agradable y simpático. Sé que a las mujeres te las ganas con el buen sentido del humor. A no ser que tu seas especial.

• No, ni mucho menos, en ese sentido soy una mujer tradicional, me encanta que me despierten más de una sonrisa.

• Bien, bien, pues entonces espero que te rías conmigo, si no deberé hacerte cosquillas, que por otro lado me encantan.

• Buff. A mi me excitan de manera sobrehumana.

• Vaya, que cosas, a la mayoría no les gusta, se ponen a la defensiva y te quitan las manos en cuanto pueden.

• Pues yo no, me gusta sentir ese cosquilleo por el cuerpo.

• Um, si, es delicioso.

• Y ahora, donde estás? Si no es indiscreción.

• Pues en mi despacho, soy empresario.

• Vaya, que casualidad, yo también y también ando aquí en mi despacho.

• Pues podíamos haber concertado una cita de negocios de esas de las pelis que acaba toda la ropa por los suelos y los dos desnuditos.

• Desde luego, un café, una corta conversación, besos suaves, masajes excitantes y lo que se tercie.

• Creo que viéndote en las fotos, se me ocurren muchas cosas que se pueden terciar.

• Dime una, sólo una.

• ¿Una? Es difícil decir solamente una, ya en confianza, creo que serías capaz de cumplir todas mis fantasías sexuales.

• Ya pero al menos una.

• No sé amor, quizá podríamos hacerlo con la ventana abierta, frente a mi despacho hay otras oficinas donde siempre hay un grupo de mujeres mirándome. Me gusta que me miren, pero a mi me gustaría que me vieran en plena acción contigo.

• Vaya, no estaría mal del todo. Unos buenos polvos a la vista de unas estrechas secretarías.

• Si, más o menos, pero esa solo es una, puedes decir tu alguna, y la compartimos también.

• Me gusta tu idea, me gusta, he de decirte que siempre que puedo exhibo mi cuerpo. Sobre todo a las mujeres más jóvenes que yo. Me gusta como miran pensando, “Con los años que tiene esta tía y lo buena que está”. He de reconocerlo, soy un poco exhibicionista. Así que ya me veo apoyada en el cristal de la ventana y tú follándome por donde quieras.

• Me has puesto caliente, que habilidad.

• Y tu a mi, no creerás que soy de piedra.

• Pues de lo que me entran ganas ahora mismo es de rodearte con mis brazos, que sientas mis manos en tu cintura, mis besos en tu cuello, y me dejes explorar todos y cada uno de esos encantos que ya me están volviendo loco.

• ¿Explorar?

• Si, besar tu cuello, pasar las manos por tus pechitos, agarrar tu culito respingón. Ya sabes.

• Claro que sé amor, te entiendo perfectamente porque es lo que más me gusta del mundo, esos preliminares que hacen que mi clítoris se empiece a poner húmedo, muy húmedo.

• Yo ya me he excitado sólo con escucharte.

• Y yo cielo, por eso no quiero que te entregas más, ven, ven y dame todo lo que me dices, prometo serte muy correspondida.

• Como me gusta eso de que seas correspondida, me pone.

• Pues a que esperamos, quítame ya la ropa, siempre deseo que me vayan desnudando poco a poco. Llevo un traje de chaqueta negro y blusa blanca. Ah, y por la ropa interior no te preocupes, no suelo llevar casi nunca.

• Vaya, vaya, pues vas a poner perdida el suelo.

• Bueno, cuando eso ocurre, no me importa, total, es la naturaleza!

• Yo ya me quito la camisa, me acabo de deshacer de esa estúpida chaqueta.

• Ummmm. Me encantará jugar con tu corbata.

• Si, pero ya me doy prisa, y a la vez que me quito la ropa, me acerco para besarte e ir quitándote cosas, fuera tu chaqueta también.

• Si, por favor, tengo calor.

• Pues ya está, ahora paro. No me puedo resistir a abrazarte y sentir esos pechos duritos en mi torso. Y de paso levantarte el culo con las dos manos, eso me pone, y con unas palmaditas más aún.

• Dale, dale, me encantan.

• Si, claro, además así mis dedos se hunden en tu carne pecadora.

• Dale fuerte, que yo también quiero agarrarte el culo.

• Um, si, pero fuerte, y sin soltar.

• Me quito los tacones, y bajo la cremallera de mi falda. Sólo con unos cuantos movimientos se caerá al suelo sin problema.

• Pues no pares, no. Y ahora quiero que te muevas sensualmente, no aguanto más estar con los pantalones.

MUCHAS GANAS DE FOLLAR

Era un tipo simpático, educado, con unas ganas terribles de follar, además no sé porque me daba la impresión de que era alto y apuesto. Los dos estábamos jugando a un tema tan peligroso como atractivo. Me moría porque estuviera desnudo del todo y así nada nos molestara en nuestro inevitable camino al placer.

Cumplí sus deseos, moví mis caderas de manera contoneante, al rato cayó la falda al suelo, pase por encima de ella llevándome el pelo hacia delante y acercándome a él que se había sentando para terminar de desvestirse. Se lo contaba todo con pelos y señales, y claro, se excitaba aún más. Incluso me decía como tenía de dura su polla en esos momentos, y si no mentía, tenía un buen mango que muy pronto sería mío.

• Me pones mucho nena, pero que mucho.

• Tu a mi también, además ya te dije que soy muy agradecida, así que quiero que te quedes sentadito mientras me acerco hacía ti a cuatro patas, como una gatita en celo.

• Buff. Ojalá estuvieras aquí.

• Lo estoy cielo, lo estoy, y cada vez más cerca de ese plátano que tienes en la mano.

• En las dos manos cariño, en las dos, espero que no te moleste el tamaño, es algo de genética, en el pueblo donde nací tenían fama los hombres de mi familia; le llamaban los pollones, y yo mantengo la tradición.

• Mejor cielo, mejor, me gustan así.

• Pues menos mal, otras ya se hubieran asustado.

• Lo dicho, ya estoy a tu lado, me echo el pelo hacía atrás, improviso una coleta, y la cojo como el trofeo que es para mi, si, con las dos manos.

• Toda tuya preciosa, toda tuya. Ahora si quiero sentirte muy cerca, tus manos encima de mi cuerpo.

• Ya sé, ya sé, no te preocupes. Quiero besarte, lamerte la boca, enseñarte las locuras que puede hacer mi lengua que se pasea por todo tu cuerpo, ahora se detiene en los pezones, si son tan excitantes, pero no te preocupes, no paro de pajearte, no. Yo sigo dándole ritmo a esa preciosa polla que tienes.

• Me estás dejando muerto, que manera de tratarme, que delicia.

• Pues cielo, ahora si, la tengo en la punta de mi lengua, paso unos lengüetazos por ella, por el capullo, después la lamo entera, hasta los huevos, los cojo, los subo y empiezo a tragármela.

• Buff, que sensación, tu hasta donde puedas, te quiero viva para follarte en la ventana.

• No te preocupes, lo recuerdo, y es más, abriré yo la mía. Da a una oficinas también.

• Sigue un poco, un poco más.

• Sigo cielo, cada vez entra mejor.

Se escuchaba el sonido de cómo se la pelaba, también de cómo dejaba caer la saliva en sus manos, un sonido que me excitaba mucho. Así que aproveché para darle placer a mi clítoris que estaba empapado, pero no con un dedo, no, esta vez ardía tanto de placer que me metí cuatro dedos a la vez. Fue entonces cuando comprobé lo dilatada que estaba, y también recordé que el gran consolador aún estaba en la caja de los juguetes eróticos esperando una oportunidad como esta.

Lo cogí, por su gran tamaño era lo que más sobresalía de la caja, con los dientes le quité los plásticos, y sentada en el suelo comprobé si podría con él, y si, entrar entraba, pero deseaba continuar la situación con aquel tipo; enseguida me lo llevé a la boca.

• Nena, no quiero correrme así, necesito follarte! Que sientas como te penetro con mi verga.

• Lo espero cielo, lo espero, estoy tan dilatada que entraría ahora perfectamente hasta el final.

• Pon tus manos en la ventana, por favor, y ábrete de piernas, quizá soy un poco bestia pero quiero metértela por detrás, como si fuera a perrito, pero enseña a mis vecinas el cuerpazo que tienes.

• Si, amor, tengo ya las manos pegadas a la ventana, noto como la gente se arremolina para veme. Mis pechos se pegan al cristal, eso es porque noto que ya me estás penetrando.

• Si, me puedo contener. Ahora te tengo por la cintura, y ya marco yo el ritmo.

Me encantaba sentirme observada, y casi parar la actividad de las oficinas de enfrente, pero quería probar el consolador, lo necesitaba con urgencia, así que lo puse en el suelo, me lo coloqué bien y comencé a hacer sentadillas viendo y sintiendo como me penetraba de maravilla.

Él por su parte, se había transformado, ahora su única obsesión era correrse rápido, los sonidos le delataban, y como no quería quedarme a medías aceleré mis movimientos acompañándolos de un dedo con el que me acariciaba el clítoris. Chorreaba como una perra. Esta vez si que estaba segura que llegaría antes que él al orgasmo.

• Vamos, que te vea todo el mundo como mi sumisa!. A partir de ahora cuando miren, que sepan que este es el despacho de un verdadero semental.

• Si, cielo, me ven todos, tu sigue dándole fuerte.

• Te voy a reventar putita mía.

• Eso quiero, eso quiero

• Pues ahora te agarro esa coleta que te has hecho y arqueas tu espalda para que vean que tetas tienes.

• Si, claro, más fuerte, más fuerte.

Del caballero del principio quedaba poco, ahora era un verdadero animal que sólo gritaba, pero eso también me pone.

Intensifiqué al máximo mis movimientos, me acabé tumbando para que entrara mejor el consolador, pero no dejaba de mirar por el gran ventanal que llegaba hasta el suelo a quienes me observaban. Me excitaba mucho, tanto que cuando quise darme cuenta, me estaba corriendo de la manera más placentera. Uffff. Que pasada a la hora de sacarlo, no quería, prometía ofréceme otro rico orgasmo, pero ese vendría luego.

Respecto a él, ahí seguía con sus palabras sucias, sus gritos como un loco. Yo le escuchaba mientras relamía mi consolador, hasta que por fin se corrió como un loco.
Gritaba y gritaba sin parar. Escuché otras voces masculinas también en su despacho, eran como gente que trabajaba para él, o de seguridad, le intentaban calmar, pero de repente se hizo el silencio y al rato su teléfono se cortó.

Creo que la había formado demasiado gorda para los vecinos de edificio. Sin embargo, ahora los míos, no paran de mirar.

Que dulce sensación.

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