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Pasión con un maduro

Nunca me había sentido tan afortunada de trabajar en la línea caliente que aquella vez que me llamó aquel hombre tan interesante. Si, ocurre de vez en cuando que llamen hombres y mujeres de cierta edad, pero no siempre es el trato que lo que me pone caliente. Por lo general tienen mucha prisa en correrse y no se preocupan de esperar a que yo también pueda disfrutar. Y es que aunque os parezca mentira, nosotras no somos de piedra, somos chicas deseosas de compartir pasiones, entrega y por supuesto llegar al éxtasis con la otra persona que se encuentra al otro lado de la línea erótica.

Y es que el sexo está ahí, en las ondas del teléfono, pero somos capaces de sentir tanto placer como el que ofrecemos a quienes nos llaman. No hay trampa ni cartón, yo al menos por eso elegí este trabajo, para pasarlo bien. Y si, no hay día que no me lleve tres o cuatro intensos orgasmos de mis amantes virtuales, pues no merece la pena.

Quizá sea por eso por lo que me visto para la ocasión. Bueno, lo de vestir es una manera de hablar, digamos que me pongo lencería sexy para sentirme bien; lencería que si la ocasión lo merece tarda poco en desprenderse de mi cuerpo. Pero a mi me hace sentirme bien, deseada, sensual, erótica y sobre todo dispuesta a cumplir los deseos más furtivos de quien me llame. Se puede decir que me atrevo con todo.

MADUROS. SEMENTALES POR EXPERIENCIA

Lo que os decía, aquel hombre maduro dejó huella, espero que a su edad, 60 años, yo sea igual de activa que él. Porque el buen señor tenía rabo y potencia para rato. Y sabía muy bien lo que se hacía. A hombres como él no les hace falta ninguna viagra ni cosas así. Son sementales por naturaleza, y yo tuve la suerte de encontrarme con él a través de la línea caliente.

Recuerdo perfectamente todo con pelos y señales. Si. Aún no me he repuesto de la experiencia tan brutal.

• Buenas noches señorita

• Hola!, soy Sonia

• Me encanta hasta el nombre, Sonia.

• Gracias!

• No hay de qué, pero también me gusta mucho las fotos de la web y como te describes.

• ¿Lo de romántica? ¿A eso te refieres?

• Si, a eso precisamente. Creo que no eres una chica vulgar y corriente, me da que tienes algo muy especial.

• Pues no sé, yo si me considero normal, quizá un poco romanticona y de las que todavía piensan que existen caballeros en el mundo.

• Claro que existen Sonia, claro que si. No quiero presumir de nada, pero siempre he tratado a las mujeres con el mayor de los respetos posibles, para mi sois lo mejor de la creación, de eso no me cabe duda. Además también hay hombres que nos gusta ser tiernos y románticos.

Hablaba con una voz pausada, tranquila. Un tono grave que delataba su edad, pero erótico y sensual. Daban ganas de sentarse en sus rodillas y escuchar como hablaba. Me daba la impresión que aquel tipo ya había librado muchas batallas, pero me dejaba llevar.

• Sabes una cosa princesa, siempre he adorado la belleza femenina, y tu cara tan exótica es lo que me ha decidido a llamarte. Es realmente preciosa, denota que eres una chica con clase.

• Vaya, gracias, me suelen decir de todo de mis fotos, pero la mayoría ya sabes, se fijan más en otras cosas.

• Es el conjunto princesa, el conjunto, y además tu delicada voz te hace mucho más sensual.

• Me vas a sacar los colores a este paso

• Pensarás de mi que soy un viejo verde.

• ¿Por qué? Noooo

• Bueno, no puedo disimularlo, ya he pasado los 60, y claro a mi lado eres una cría.

• Bueno, pero las relaciones, sean del tipo que sean, no tienen edad.

• Tienes razón, pero es que a mi, las de mi edad, pues no me gustan, ya te podrás imaginar, soy viudo y todas quieren casarse conmigo, pero no, así estoy muy bien, además no podría hablar con libertad con una chica tan adorable como tu.

• Bueno, si eso pasara, lo cierto es que estarías como en una jaula.

• Eso quisiera construir yo contigo, una jaula de pasiones, caricias y besos, de la que no pudiéramos salir jamás.

• Vaya, que romántico. Seguro que ya lo has dicho más de una vez en tu vida a otras.

• No cielo, se me acaba de ocurrir, me inspiras mucha ternura, y quiero ser agradecido.

• Tu si que eres un caballero.

• Gracias, pero si te soy sincero, me encantaría seguir hablando cogiéndote las manos, si, así las podría acariciar.

• Claro, por supuesto.

• Ves, ya vamos cogiendo confianza, pero no me puedo ni imaginar lo sensacional que seria besarte.

• Me encantan los besos

• A mi siempre, al principio delicados, jugando con los labios, después más intensos, más pasionales, acompañados de abrazos, para continuar con besos por todas partes, y cuando digo por todas partes imagino que sabrás a lo que te refieres.

Me estremecía al escucharle. Por una parte no decía ni una sola palabra sexual directamente, pero por otra todo iba con una doble intención que me hacía sentirme especial, como elegida por él por algún motivo. Al decirme lo de los besos pensé en como lo haría, si, en como besaría mis pechos, mi clítoris, todo mi cuerpo. No pude más que imaginarlo y empezar a notar que estaba un poco húmeda. Y le provoqué un poquito.

• Buff, sólo de pensar en eso, me pongo caliente.

• No pasa nada princesa, he de confesar que me excito escuchando tu voz. Te imagino recostada, bien en una cama, en un sofá cruzando sin cesar tus piernas.

• Si así es, no las puedo dejar quietas, ya sabes, y sí, estoy en la cama, me gusta hablar desde ella, con sábanas de satén y un conjunto de lencería negro.

• Debes de estar preciosa, ojalá me hicieras un hueco en esa cama.

• Claro, es lo suficiente grande para los dos.

• Y además, el negro es el color más sexy para la lencería.

• Seguro que pronto me desprenderé de ella, cuando una empieza así, comienza a molestar.

• Claro, claro, entiendo. Además menos obstáculos para esos besos viajeros que nunca se saben donde van a llegar.

• Espero que sean besos atrevidos

• Si, mucho, te contaré que ahora mismo desean llegar a ese precioso pecho y poder besarlo despacio, poco a poco, para que disfrutes de cada segundo con ellos. Primero cogiendo tus tetas como dos tesoros, y luego, con mucho mimo, pasando la lengua por tus pezones de manera casi circular.

• Ya soy tuya, eso me pierde. Soy muy sensible cuando acarician mis tetas, con decirte que me puedo correr si me las chupan bien.

• Bueno, bueno, esperemos entonces a que los besos sean aún más calientes, pero desde luego desearía que tus pezones se excitarán mucho para mi. Es una obsesión que tengo, me gustan bien excitados, duros, como balas.

• Pues así están cielo, no pares

• No amor, pasaría toda la noche lamiéndolos, te aseguro que no me cansaría, y mientras mis manos bajarían hacía tus caderas, donde se posarían para masajearlas, y seguro que un dedo se escapa a acariciar tu ombligo.

• Estás consiguiendo tocar mis puntos más débiles. Ya la lencería está en el suelo.

• Yo me reservo para que tu me desnudes.

• Si, eso quiero, sentirte.

• Sólo llevo pantalón y camisa.

• Me fascina desabrochar los botones de las camisas mientras beso tu pecho.

• Buff, eso es lo más erótico que me puedes hacer.

• ¿Y bajarte la cremallera o los botones del pantalón con los dientes?

• Uff, no he conocido a nadie tan habilidosa como para eso. Pero debe ser excitante.

• Lo es, y mucho, a mi me encantan esos juegos.

• Estoy de suerte contigo, me estás poniendo a mil.

• De eso se trata, ¿no?

• Si, si, quiero que lo hagas, por favor, la tengo ya muy durita.

Sentía la necesidad de ponerme de rodillas. No sé muy bien porqué. Juntaba así mis piernas y notaba como un hilito de flujo me recorría la pierna. Estaba deseosa de saber que estaba bien excitado. Nada me gusta más que una hermosa polla se ponga bien dura dentro de mi boca y yo lo vaya notando.

• Quiero dejarte desnudo cariño.

• Tampoco soy un Adonis, ya tengo una edad.

• Eso da lo mismo, seguro que eres vigoroso y buen amante.

• Si, eso sí, además excepto porque tengo un poco de tripa cervecera, por lo demás estoy genial.

• Bueno, eso no importa, me gusta recostarme en ellas para sentir más como os corréis.

• Pues no es que sea grande, pero si, he de reconocer que tengo.

• Da igual, deja que me arrodille ante ti, por favor, desde ahora quiero que no pase ni un segundo sin que sientas placer.

• Vale, lo acepto, pero también quiero que tu disfrutes.

• Dalo por hecho.

Lo reconozco, me gusta hacerles el francés completito a los hombres, me siento poderosa así. Además a mi me encanta el sabor del semen, no soy como esas que dicen que sabe mal. Todo lo contrario, y tengo comprobado que mi piel está suave como el culo de un bebé desde que lo trago.

Al ponerme de rodillas, las sábanas se me habían metido por entre las piernas. Las estiraba de tal manera que se colaba en mi clítoris de una manera voraz. Como restregando todo mi coño. Pero decidí coger algo más rotundo. Si, mi consolador estrella. Lo puse en el suelo y comencé con los juegos para llevarme su polla a mi boca. Necesitaba escuchar sus gemidos. Yo poco a poco empezaba a dilatar más y más.

• Vamos nena, enséñame esa habilidad que tienes para quitar pantalones con la boca. Yo ya me quité toda la parte de arriba.

• Si, claro, ¿botones o cremallera?

• Mucho más fácil. Pero antes quiero saber como está de contenta, así que paso mis manos por tu bragueta, y ufffff, si, está ya gordita.

• Si, no sabes como me has puesto de excitado.

• Pues más, quiero más.

• Claro

• Ahora si, ya tengo entre los dientes la punta de la cremallera, me acomodo, tiro de ella, va bajando, y ya está, pero ahí no acaba eso. Ahora muerdo el botón de arriba, lo desabrocho y tiro como una perrita de tus pantalones.

• Que habilidad

• Quiero comerme el pastel.

• Así lo llamas?

• Si, es mi pastel con la crema escondida, y te advierto que me encanta esa relleno tan rico.

• Ahora te cojo yo, quizá te parezca un poco maleducado pero no te voy a dejar que te liberes. Te cojo por la nuca, te la meto en la boca, y te follo la boca.

• Perfecto, y tira fuerte del pelo si quieres, no me importa.

• Ahora no podrás hablar, pero como veo que tanto te gusta, quiero correrme así, dentro de tu boca.

• Vamos, dale caña.

Cogí otro consolador con forma de pene. Uno grande del que sólo he sido capaz meterme la punta, es muy grueso, pero es el que requería la ocasión. Poco a poco, y mientras escuchaba los gemidos de aquel hombre, conseguí que entrara más en mi boca. Me encantaba sentirme así, a los pies de él, dejando que mi boca fuera un coño.

El otro, penetraba a base de saltitos que daba de forma arrítmica con como me follaba la boca.

Yo notaba que no tardaría mucho, eso siempre se sabe, así que aceleré y fui cada vez metiéndolo más y más. Un dedito masajeaba mi clítoris húmedo y dilatado.

• Vamos, vamos, así, así. – Eran las pocas palabras que escuchaba de él, además de sus constantes gemidos.

Me sentía como su perra, pero por una vez me gustaba así, quería su leche ya! Al mismo tiempo que me corriera, todo junto sería perfecto.

Por ello me masturbaba a su ritmo.

No tardé mucho en adivinar que ya le venía, aceleré mis movimientos con el consolador y se corrió.

• Toma cielo, tu cena, todo para ti, bebe, vamos, como a ti te gusta, mi cremita caliente.

• Si, si, más, más, la quiero toda.

• Empujaré más tu nuca.

Decidí cambiar el consolador rápidamente, entró el que me estaba comiendo, y lo hizo de un simple empujón. Su forma de polla me hizo correrme como una loca, una pasada, algo que jamás olvidaré.

Después me tiré en el suelo, dejándolo dentro de mi. Mientras él volvía a ser el caballero del principio.

• Me ha encantado conocerte. ¿Podré llamarte de vez en cuando amor?

• Claro que si, cuando quieras.

• Es que me he quedado con las ganas de penetrarte de varías maneras. Pero podremos en otra ocasión.

• Me muero por follar contigo.

• Pues no tardaré mucho en llamarte. Besitos.

Y cumplió su palabra. Al principio siempre tan atento y delicado, pero luego un verdadero toro salvaje.

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