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Un hombre con muchas ganas por Beatriz Solis

Hola amigos, y también amigas. ¿Cómo os va la vida? Os diré que a mi estupendamente; sin duda el teléfono erótico ha cambiado hasta mi manera de ser y de pensar. Y os preguntaréis el porqué; es bien sencillo. Estoy dispuesta a confesaros que desde jovencita he sido una chica muy tímida, pero a la vez ansiosa de conocer los secretos más profundos del verdadero sexo. Si, la clásica que conoces y piensas, buff, esta es una estrecha. Y cuando ya pasamos a la acción, dices eso de jo, con la mosquita muerta.

Algo así es lo que pensaban siempre los chicos de mi, pero es curioso, les ponía más cachondos que las que iban de atracadoras.

Y es que al principio me corto un poco, no lo puedo evitar, pero pronto mis hormonas se revolucionan y empiezo a pensar en los placeres del sexo, que no son pocos.

Con mi línea erótica estoy en la gloría, quizá los temores del principio los supero mucho más rápido, y en cuanto suena, mi cuerpo empieza a revolucionarse de la manera más sexual que os podáis imaginar.

Quizá sea por eso por lo que tener una charla erótica conmigo sea para muchos el mayor placer de sus vidas. Y por supuesto para mi, claro está. Suelo correrme con cada conversación, ya me las arreglo yo para que sea siempre así.

UNA EXPERIENCIA MUY RECIENTE

Os contaré la última experiencia que deseo compartir con todos y todas. Recientita, ya que ocurrió anoche mismo.
Sonó el teléfono mientras disfrutaba de un sugerente baño de espuma. Mis velitas, mis esencias, mi música bajita, y por supuesto el teléfono erótico siempre a mano. Esa es una de mis maneras de ser feliz.

• Buenas noches Beatriz ¿Llamo en mal momento?- Me saludó una voz profunda, grave y muy sexy.

• Hola, no. Siempre es buen momento.

• Gracias, es que como ya es un poco tarde.

• No importa cielo, para mi nunca es tarde.

• Vale, vale, no quisiera molestar bajo ningún concepto.

• No lo haces, y no te preocupes de nada, ni es tarde, ni estoy ocupada, sólo tengo oídos para ti.

• Bien, eres muy educada, eso me gusta.

• Gracias amor, tu también. Y eso me encanta.

• Bueno, apenas sabes nada de mi.

• Y tu tampoco mucho de mi

• Pero te he visto en la web, y como dicen, la cara es el espejo del alma, pues he visto en ella a una chica muy especial.

• Vaya, gracias, no siempre recibe una estos halagos.

• ¿Se puede preguntar que haces en estos momentos?

• Claro que si cielo, disfrutando de un delicioso baño de espuma, con copita de vino incluida.

• Que delicia, yo solía hacerlo, tenía una bañera antigua preciosa, pero a mi mujer le dio por cambiarla por un plato de ducha. Quise morirme el día que llegué a casa y la vi en un contenedor. Era antigua, preciosa, y además me traía muchos recuerdos. La compartí en bastantes ocasiones, ya sabes.

• Si, desde luego, ya sé.

• Nada mejor para después de una buena sesión de sexo que un baño de espuma y una copita. Es genial, no sabes como te envidio.

• Si, pero aún no ha pasado nada.

• Será a ti. Yo tan sólo de imaginarte desnuda en la bañera, moviendo tus piernas, dejando que el agua acaricie tu piel, ya me pones nervioso, por no decir otra cosa.

• Vaya, que sensible eres, me gusta eso.

• Si, bastante, y es que desde que me dejó mi mujer, ando un poco loco.

• Vaya, lo siento.

• No pasa nada, mejor. Estaba ya cansado de sus boberías, pero eso si, es la tía más ardiente que he conocido. Tenía ganas a todas horas, sólo por eso ya me gustaba.

• ¿Y has pasado de 100 a 0?

• Si, parada en seco.

• Pues si te daba tanta caña, imagino como estarás.

• Estoy que exploto, imagina.

Sin darme cuenta había empezado a pasarme los dedos por el pubis. Aquel hombre tan educado, pero a la vez tan sediento de sexo, me enternecía. Me gustaba su sinceridad, y presuponía que tenía mucha experiencia al haber tenido una mujer así. Pero dejaba que ese saber estar se mantuviera, me alagaba con sus palabras. Y eso me ponía cachonda.

• Pues ya sabes, eso no es bueno.

• No, no lo es, no puedo ni dormir bien, todas las noches había sesión porno y dormía como un niño, ahora ni con pastillas de esas de la farmacia.

• Eres como yo, adicto al sexo.

• ¡Qué mal suena!

• Pues a mi me encanta ser adicta, me lo paso muy bien y mi vida es completa.

• Visto así, tampoco hago daño a nadie.

• Pero si no follas con nadie, cielo.

• Ya, bueno, ya. Ahora no.

• Imagino que al menos te excitará la voz de una mujer.

• La tuya, sólo la tuya. Y porque me comprendes. Eres una dama.

• Si, puedo ser una dama en la calle, pero te advierto que soy muy puta en la cama.

• Vaya, que bien ha sonado eso.

• Como lo oyes. Por tu voz imagino como la debes tener ahora.

• ¿Sabes esas cosas?

• Claro, ya es la experiencia, y presumo que ya está morcillona, desde que te dije lo del baño de espuma.

• Si, no fallas, además va poniéndose durita.

• Si es que te cambia hasta el tono de voz. Pues está bien que salga un poco de su escondite, ¿no?

• Si, yo creo que ya es hora, si.

• Ven, anda, deja que te quite tu ropa.

• Camiseta y pantalón corto, no llevo nada más.

• Perfecto, así será más fácil. Pero deja antes que te pase la mano por encima del pantalón.

• Claro, claro, tu a lo tuyo.

• Pues eso deseo, acércame a ti empapada, saliendo de la ducha como una venus, besarte mientras te rodeo con mis brazos, y bajar una de mis manos a tu paquete.

• Ahora si que me lo vas a tener que quitar, ya está muy excitada.

• Ves? Poco a poco. Sin prisas, Imagina mi cuerpo desnudo.

• Lo hago, créeme que lo hago, por eso me he puesto así.

• Pues me quiero sentar en tus rodillas, soy una chica perversa.

• Hazlo, será la mejor postura para besarte las tetas tan bonitas que debes tener.

• Si, lo son, no es porque lo diga yo. Ahora ya se ponen duritas.

• Que placer, comerme esos pezones, sentir como se endurecen en mi boca.

• Eso me vuelve loca, hace que me empape.

• Si, echo la mano a tu coñito y está chorreando, y no sólo por el agua.

• Pues yo te la he agarrado y ya no la suelto. Te la pajearé un poquito hasta que esté bien a tono para probarla.

• Ya te la quieres meter?

• Si, pero en la boca.

• Um, que traviesa, si, aprovecharé para darte unos azotitos, sé que os gusta.

• A mi me encanta. No te cortes, dale, dale sin miedo, fuerte si quieres.

• Los doy cielo, los doy, y luego me gusta lamer las zonas que se quedan rojas.

Habíamos entrado de lleno en los preliminares más calientes. Se escuchaba como me comía los pezones, los azotes, también el sonido de mi mano al pajearle un poco. Él gemía, y yo cada vez deseaba que muy pronto pasáramos a la acción y comenzara a penetrarme. ¿Por dónde? Eso se lo dejaba a su elección.

• Vamos, cielo, con más brío. Necesito que te mueras por follarme.

• No sabes las ganas que tengo. Ni me he hecho una paja desde que me separé.

• Mejor, mejor, espero tu leche y me gusta en cantidad. Déjame que la saboree un poquito, si? Quiero lamerla mientras la pajeo, empaparla de saliva.

• Buff, nena, como me estás poniendo.

• Como tu a mi, no me importa que me sigas tocando, es más te lo ruego.

• Para nada, tus deseos son órdenes para mi. Me gusta jugar con los agujeritos.

• Pues yo ya la chupo, y lo hago con intensidad, en unos segundos empezaré a chupar y chupar, es algo de lo que no me canso.

• Ni yo, me fascinan las buenas mamadas.

• ¿Las que van hasta los huevos?

• Vaya, eso no me lo han hecho nunca.

• Pues una cosa que no te hacía tu mujer.

• No tienes nada que envidiarle, además eres más joven, más caliente aún.

• No soporto más, me la empiezo a comer.

Me gusta cuando hablo con hombres así coger un consolador y empezar a lamerlo. Me pone muy cachonda, y más sabiendo donde va a terminar, por eso cogí mi preferido, uno que apenas puedo comerme la mitad.

• No quiero correrme en tu boca, amor, quiero follar.

• Claro, claro. ¡Y yo!

• Es que estoy demasiado excitado, tanto que hasta me duele.

• Ya verás como eso se pasa cuando te corras.

• Si, lo sé, pero quiero hacerlo muy dentro de ti.

• Me encantará, tengo vicio por las grandes corridas, ya te lo he dicho.

• Esta vez no serán dos gotas, te lo aseguro.

• Elige postura. Tu decides.

• Pues probemos a perrito, quiero cogerte las tetas mientras te doy por detrás.

• Me encanta, pero con fuerza. Me suelo agarrar a los barrotes de la cama.

• Ahí van unos cachetes, para abrir boca.

• Si, juega con mi culito también.

• Si, te daré unos toquecitos con mi polla, para que sientas como está de excitada.

• Si, si, eso. Me pone muy bestia.

• Pues vamos allá, toma! toma!

• Ya no aguanto más cielo, métela!

• Si, la cojo con las dos manos, te abro un poco, la pongo en la boca de tu coño y zas! Dentro!!!

Lo mismo hice yo con el consolador, normalmente me lo voy metiendo poco a poco, pero con el ímpetu del momento y lo dilatada que estaba, entró una barbaridad. Luego sólo me dediqué a darle vueltas para que se acoplara bien en mi vagina, mientras, con la otra mano, me acariciaba el clítoris. Un masaje profundo y rápido.

• Así, así – me decía él con su voz entrecortada por el placer.

• Empuja fuerte, por favor, más fuerte.

• Te la voy a meter entera te guste o no.

• Claro que me gusta. Quiero que hasta el fondo!

• Me estallan los huevos cariño.

• No te preocupes, tienes que descargar tanto semen que llevas dentro, y vamos, cielo, lo espero. Lo quiero todo.

• Si, si, todo para ti.

• Vamos, dame fuerte, ¡castígame!

• Te agarro del pelo, te follo como a una sumisa, no te vas a librar de mi hasta que yo diga.

• Quiero ser eso, tu esclava, tu puta.

• Así me pones más caliente, zorra.

• Si, insúltame, vamos.

• Ya lo hago zorra, ya lo hago.

Su voz iba perdiendo fuerza, se notaba que estaba a punto, me esperaba un delicioso polvo que no me quería perder por nada del mundo, así que me agarraba las tetas con fuerza mientras sacaba y metía el consolador.

• Te va a salir el semen por las orejas, estoy a punto- dijo con voz casi agonizante.

• Dame, venga, dámelo ya, no me correré hasta que me eches un buen polvo como debe ser.

• Pues de este te vas a acordar… me corro, me corro, agggg

Fueron esos gritos y gemidos los que me hicieron masajearme más fuerte y meterme el consolador todo lo que pude. Mi orgasmo no tardó en llegar tras el suyo. Sus palabras sucias intensificaban más aún el placer.

• Así puta, así, mueve tu culito, que se esparza bien todo el lechazo que he soltado.

• Eso hago cielo, se sale de tanta cantidad, estoy perdida. Ven, no te vayas, quiero ahora rematarte con una limpiada con la boca.

• Siiii, me tumbo y tu me la haces.

• Así, si, relajadito, deja que me coma lo que tienes aún en tu polla.

• Uff, eso tampoco lo hacía mi mujer.

No dejaba de hacer comparaciones con la mujer, algo que me ponía nerviosa, pero el orgasmo que sentí fue de película. Era de los hombres que sabían lo que querían, y sí, no podré olvidar aquel pedazo de polvo que me transportó de nuevo a la espuma de mi baño donde recordando me volvía a tocar yo sola.

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